Con su ojo incinera bichos que habitan
su espacio.
Trama inconclusa,
las paredes cercadas.
Suyo. De nadie. Ningún germen.
Cada surco y pelusa sondea con insistencia,
ya no perfora olores y sus dedos amarillos
resinosos, entregan recuerdos rancios.
Se promete saltar afuera.
Ser esplendorosa,
sin humos persistentes
en las horas sin tiempo.
Usa una aplanadora para su arrojo
de avecilla alterada: piel de tabaco
sin Apocalipsis.
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